miércoles, 12 de marzo de 2014

Atlántico Sur - Carmen Moreno


"y, así
con los pasos heridos de silencios
el camino se hace lento y pesado
y yo prometí que el nuestro
sería un baile eternamente."

     Quería encontrar unos versos alegres, pero me he visto enfrascada en estos cinco versos y, me temo, esta será la única manera de despegarme de ellos. Así de difícil -e irreal- es despegarse de todo lo que en algún momento fue vida en nuestras carnes.

     Pero en esta vida todo se puede aplicar a cualquier circunstancia, así que digamos que ese adiós no es otro que el que se le da al tiempo, en huida constante (no sé si el tiempo o nosotros); un adiós que más de una vez no quiere decir otra cosa que "arrieritos somos y en el camino nos encontraremos", pero que sabe a adiós como el que más. Un año es un día -y eso lo sabe todo el mundo-, pero no es un día cualquiera sino un punto de inflexión y reflexión (que tampoco lleva a ninguna parte).

     Somos propensos a necesitar una excusa para pararnos a reflexionar, y cumplir un año más es una muy buena excusa para hacerlo. A mí eso de pensar se me da regular: siempre acabo haciendo churri-reflexiones que dan vueltas en círculos sin llegar a buen término, pero se le antoja a una como la buena acción del día, se siente una filósofa y, sobre todo, original con frases del tipo "las nubes son maravillosas y seguro que soy la única en el mundo entero que repara en ellas y les da el valor que merecen". Lo que yo venía a decir es que, por unos giros del destino que ahora no vienen a cuento, esta noche voy a estar de cervezas con alguien que me ha aportado mucho (a mí y al mundo literario) y a quien yo solamente le podré dar mis más humildes y sinceras felicitaciones.
Pero nadie dijo que el mundo fuera justo.

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